Para anunciar aquí: [email protected]

El «hacker» de plantas que crea flores nunca vistas (ni olidas)

El «hacker» de plantas que crea flores nunca vistas (ni olidas)

Sebastian Cocioba, un biotecnólogo autodidacta, ha transformado su hogar en Long Island en un laboratorio de ingeniería genética donde crea flores con características únicas, desde colores nunca vistos hasta aromas inéditos. Lo que comenzó como una forma de pagar sus estudios universitarios se ha convertido en una misión para democratizar las herramientas de la biotecnología y acercarlas al público.

En su casa, un modesto espacio lleno de equipos adquiridos en eBay o fabricados por él mismo, Cocioba utiliza técnicas de edición genética para diseñar nuevas variedades de plantas. Su taller, aunque pequeño, está equipado con todo lo necesario para experimentar con ADN y crear flores más bellas y fragantes que las que existen en la naturaleza.

 

De la curiosidad infantil a la biotecnología

La fascinación de Cocioba por las plantas comenzó en su infancia, cuando quedó maravillado por la compleja estructura de una hoja de arce. En la adolescencia, descubrió su habilidad para hacer florecer orquídeas, las plantas favoritas de su madre, utilizando una pasta de hormonas de crecimiento comprada en internet. Pronto empezó a vender estas flores rejuvenecidas a tiendas locales, lo que le permitió financiar sus primeros años de estudios en biología en la Universidad de Stony Brook.

Sin embargo, las dificultades económicas lo obligaron a abandonar la universidad. Antes de irse, un compañero de laboratorio le regaló un tubo de Agrobacterium, una bacteria utilizada para modificar genéticamente plantas. Este gesto marcó el inicio de su carrera como «hacker» de plantas.

 

Un laboratorio improvisado y un enfoque innovador

Cocioba convirtió un rincón de su casa en un laboratorio funcional, equipándolo con herramientas adquiridas a bajo costo o fabricadas por él mismo. Aprendió a imprimir en 3D piezas de equipos científicos, como cajas de luz para visualizar ADN, reduciendo costos y demostrando que la ciencia no tiene por qué ser inaccesible.

«Imagina ser el Willy Wonka de las flores, pero sin los aspectos controvertidos», bromea Cocioba. En Estados Unidos, la modificación genética de flores está sujeta a regulaciones mínimas de bioseguridad, lo que le permite experimentar sin restricciones excesivas. Esto contrasta con países como el Reino Unido o los miembros de la UE, donde realizar este tipo de trabajos como aficionado sería casi imposible.

 

Proyectos ambiciosos y colaboraciones

Cocioba se describe a sí mismo como una «pipeta de alquiler», trabajando con startups para desarrollar pruebas de concepto en biotecnología. Uno de sus proyectos más destacados fue una colaboración con la bióloga Elizabeth Hénaff, con quien intentó crear una flor de gloria de la mañana (Ipomoea purpurea) con un patrón de cuadrícula azul y blanco, inspirado en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Aunque el proyecto no llegó a concretarse debido a la complejidad del genoma de la flor de referencia, la experiencia reforzó su pasión por la innovación.

 

El futuro de la biotecnología amateur

Cocioba cree que estamos viviendo la «edad de oro» de la biotecnología, donde el acceso a herramientas y conocimientos es más amplio que nunca. Inspirado por los fitomejoradores aficionados del siglo XIX, que compartían sus descubrimientos por el simple placer de crear, Cocioba documenta sus experimentos en un cuaderno en línea de acceso gratuito y vende plásmidos (fragmentos de ADN) para que otros puedan replicar sus trabajos.

«No necesitas ser un científico profesional para hacer ciencia», afirma. Su objetivo es inspirar a una nueva generación de entusiastas de la biotecnología, demostrando que la innovación está al alcance de todos.

 

Un aroma a biblioteca antigua

Además de sus proyectos personales, Cocioba colabora con la startup californiana Senseory Plants, que busca diseñar plantas de interior que produzcan aromas únicos, como una alternativa natural a las velas o el incienso. Una de sus ideas más intrigantes es crear una planta que huela a libros viejos, transformando cualquier habitación en una antigua biblioteca.

«Me encanta lo que estamos haciendo», dice Cocioba, quien continúa explorando las posibilidades ilimitadas de la biología sintética desde su laboratorio casero.

Más Noticias y Artículos